Ya desde la primera pelicula, El sabor del arroz con té verde, me fascinó el espacio de vida japonés y esas puertas correderas que, deslizándose suavemente sobre sus invisibles raíles, rehúsan hender el espacio.Pues, cuando abrimos una puerta, transformamos los lugares de manera bien mezquina.Coartamos su plena extensión e introducimos en ellos una brecha imprudente a fuerza de malas proporciones.Pensándolo bien, no hay nada más feo que una puerta abierta.En la habitación en la que está introduce una suerte de rotura, como un parásito marginal que rompe la unidad del espacio.En la habitación contigua, engendra una depresión, una grieta abierta y estúpida, perdida en un trozo de pared que hubiese preferido permanecer entero.En ambos casos, perturba el espacio sin más contrapartica que la licencia de cirdular, la cual puede sin embargo garantizarse mediante otros procedimientos.La puerta corredera por el contrario, evita los escollos y magnifica el espacio.Sin modificar su equilibrio, permite su metamorfosis.Cuando se abre, dos lugares se comunican entre si sin ofenderse mutuamente.Cuando se cierra, devuelve a cada uno su integridad.
La elegancia del erizo.
Muriel Barbery
Fotografias:Fran Silvestre Arquitectos.Atico en Valencia.
Hola! Acabo de descubrir tu blog y me ha encantado,me quedo por aquí
ResponderEliminarsaludos
Amina
Grácias Amina, me alegro que te guste.
ResponderEliminarSaludos.
Enigmáticas e inspiradoras imágenes y gran texto. Por cierto nunca te agradezco suficiente las visitas y comentarios al blog... Muchísimas gracias!
ResponderEliminarMuchas grácias a ti por participar en el mio.
ResponderEliminarSaludos!